ORDEN DE SAN JUAN

La orden de San Juan de Jerusalén nació en los comienzos del siglo XII.
Hacia 1048 los mercaderes de Amalfi establecieron en Jerusalén un monasterio de regla benedictina. Esta primera noticia de un monasterio dedicado a la hospitalidad en Tierra Santa se completa con las abundantes donaciones que recibe este hospital de los amalfitanos a fines de siglo. De este hospital surgió la orden de San Juan de Jerusalén. La iglesia fundada por los amalfitanos es la de Santa María la Latina, que en la primera mitad del siglo XI estaba atendida por una Comunidad que había elegido como patrón a S. Juan Bautista.
Desde sus orígenes encontramos a los Caballeros establecidos no sólo en Tierra Santa, sino también en otras partes del occidente europeo. Su instalación progresiva en Europa se caracteriza por ampliar los proyectos de explotación de la tierra y de desarrollo de la economía rural.
Unicamente en España es donde se puede apreciar, aunque en mínimo grado, el carácter militar que la Orden adquiere en Palestina. Los Hospitalarios algunas veces tienen ocasión de intervenir en la Reconquista, si bien su acción fue circunstancial y en ningún momento determinó un carácter distintivo.
La Orden tiene una vastísima organización supraestatal, distribuida en todos los países, cuyos miembros trabajan solamente por mantener la economía de la misma.
Favorecidos por innumerables privilegios de los Pontífices, acogidos bien por los reyes, con el prestigio que les daba la acción militar de los Hospitalarios de Palestina, constituyen una fuerza privilegiada, exentos de la jurisdicción episcopal.
La organización dada por la Regla del Hospital distingue los caballeros "fratres sirvientes" y clérigos, a parte de los donados, semejantes a los de otras órdenes. Dirige la Orden el Maestre, después llamado Gran Maestre, que tiene una Corte formada por el escudero, senescal y capellán, pajes y sirvientes. Su nombramiento es por elección entre los miembros del Consejo de la Orden, a los que convoca en Capítulo General, en el convento de la casa de la sede. Las funciones del Consejo son legislativas, correspondiendo al Gran Maestre convocar el Capítulo General. Suele haber un lugarteniente del Maestre, el Gran Preceptor, así como un gran preceptor "citra maris" con jurisdicción en los establecimientos marítimos. El resto de la organización consiste en prioratos a cuyo frente hay un Gran Prior, divididos en encomiendas o bailiajes.
Casi simultáneamente que en Jerusalén, hace su aparición en España la Orden de San Juan. El primer testimonio de que disponemos es una carta del obispo Albano y legado apostólico, Ricardo, en que obliga a los españoles a proteger al Hospital de Jerusalén y no impedir las liberalidades que hacen los fieles.
Parece ser que el punto de penetración en España de la propaganda de la Orden fue Cataluña. Allí se dieron las primeras donaciones de que se tiene noticia en España.
A partir de 1113 se intensificara aún más estas donaciones. Al mismo tiempo se mencionan en los documentos nombres de miembros de la Orden, que debieron venir a España procedentes de Francia, al lado de otros que parecen naturales de los reinos de la península. Han de crearse encargados de recibir limosnas (bayles de la Orden). No sólo son los particulares quienes entregan donativos, sino también nobles y reyes. Los Hospitalarios gozan de la protección y el favor real. Los nobles ingresan a veces en la Orden, otras se constituyen en vasallos suyos. Los Hospitalarios tuvieron una acogida en España realmente fabulosa. Hasta 1134, la Orden sigue un ascenso ininterrumpido, coronado por el apogeo de la herencia de los reinos de Alfonso I el Batallador.
Por otra parte, en España adquiere la Orden de San Juan un carácter algo diferente de los restantes países de Europa. Hay un problema común con los reinos peninsulares: la Reconquista. Y a principios del siglo XII late la idea de la "Militia Christi". La Orden de San Juan podía encajar en la idea de esa "militia". Quizá a eso se deba la constante protección real. Cuando la humildad de los Hospitalarios, "servi pauperum", defraudó esas esperanzas, cambió el panorama. Siguen, sí, las donaciones, pero decrece el ritmo de ascenso que se observa en el período comprendido entre 1113 y 1134.
Los Hospitalarios que se encuentran en España en toda la mitad del siglo XIl, atentos sólo a conseguir medios para el sostenimiento del Hospital de Jerusalén no encajaron en la idea que de ellos se había formado Alfonso I al dejarles su reino. Unicamente se les ve atender a la repoblación, figurando en numerosas cartas puebla que otorgan con el fin de allegar recursos para su gran obra: la hospitalidad en Tierra Santa.
Al quedar privada de los reinos de Aragón y Navarra al ser elegidos Ramiro II y García Ramírez, en contra de la voluntad última de Alfonso I, los monarcas de Aragón y Navarra se ven obligados a compensar con donaciones los derechos de las Ordenes al reino.
Siguiendo su ejemplo, también el rey de Castilla concederá importantes bienes a la Orden. Y el ejemplo dado por los reyes cunde más y más en la nobleza y en el pueblo, viendo los Hospitalarios acrecentarse su patrimonio con infinitud de donaciones procedentes de todas las clases sociales.
Ya determinado el carácter hospitalario de la Orden y su poca intervención en la Reconquista, el crecimiento de sus posesiones sigue ahora un curso de aumento más moderado, poco creciente. Aparecen ahora los primeros cargos dentro de la jerarquía y se va perfilando una división en circunscripciones locales.
En la primera mitad del siglo XII comienzan a mencionarse nombres de miembros de la Orden propiamente españoles, aunque no puede hablarse de una organización territorial de la misma en los reinos de España durante este período.
Es preciso llegar a la mitad del siglo XII para encontrar el título de "bailius", encargado de recibir limosnas. Parece que el título de prior no aparece hasta 1140. En los primeros años del siglo XIl, dependiendo los hospitalarios españoles de Saint Gilles, los miembros españoles son sólo "Hospitalarii", "fratres" o "servi pauperum", incluso los presbíteros. Sólo cuando el crecimiento de los bienes de la Orden adquirió su plenitud después de las compensaciones de Ramón Berenguer por el incumplimiento del testamento del Batallador, se hace necesario implantar encargados de administrar los bienes "in situ", y aparecen los primeros priores o "magistri", que tienen a su cargo la explotación de una circunscripción territorial. Esto no ocurre, como queda dicho, hasta los años 1140 y siguientes.
En cuanto a la localización geográfica del límite de las demarcaciones españolas en que se organiza la Orden, podemos establecer una elemental organización según los obispados. Los bienes que recibía la Orden estaban administrados por los religiosos enviados por su maestre, que tomaban de ellos lo que necesitaban para sí, y el resto lo enviaban al tesoro común, mediante la fórmula "Comendamus", o sea, "os enviamos tales bienes". La administración de cada lugar recibe el nombre de Comendataria, de donde habrá venido el nombre de Encomienda.
La encomienda es la que dio nombre al comendador, es decir, a la persona que toma el título del cargo que ejerce. Para estas encomiendas preferían sitios fértiles, no estratégicos, lo que prueba el carácter de mera explotación y no de utilidad militar de las posesiones de los Hospitalarios.
Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085, se inicia la retirada hacia el sur de las poblaciones musulmanas que ocupaban la meseta meridional, si bien las ofensivas posteriores de almorávides y almohades (musulmanes de origen norteafricano) van a impedir el asentamiento estable de los cristianos hasta mediados del siglo XII.
Con la toma de Toledo por Alfonso VI parece lógico pensar que las capitulaciones conllevaron también la posesión de los demás territorios bereberes.
Así, el cronista Pelayo de Oviedo nombra a Consuegra como una de las poblaciones ganadas con la caída de Toledo. Sin embargo, los ataques de cristianos y almorávides en la zona no propiciaban una política repobladora eficaz.
Por otro lado, en la época de Alfonso VI, otro freno lo constituía la escasez del elemento humano, por lo que este rey sólo repobló, y pobremente, las tierras entre la Sierra y el Tajo.
----La cronología histórica de la reconquista y repoblación de estas tierras fue la siguiente:
En el año 1097, Alfonso VI se enfrenta a los almorávides en Consuegra y en 1099, estos conquistan el castillo. Reconquistado por los cristianos, se vuelve a perder tras la derrota de Uclés en 1108. Lógicamente, los avatares bélicos suponían que toda esta zona fuera en estos años una tierra de nadie, sin ningún tipo de población campesina estable.
Aún después de las conquistas de Mora y Calatrava por Alfonso VII, esta zona está sumida en el silencio, quizás por su alejamiento del camino principal de Toledo a Córdoba. Sin embargo, Consuegra recobrará su importancia al progresar la población en tierras de Ocaña y La Guardia hacia las lagunas del Ciguela.
Se considera a Alfonso VII como el iniciador de la recuperación demográfica en la zona manchega, quien en el año 1139, tras la conquista del Castillo de Oreja, al sur del Tajo, otorgó carta puebla con fuero a este territorio.
Según Aguirre , la primera donación hecha a los Hospitalarios en el Reino de Castilla en el 1116, fecha de una carta de donación de Doña Urraca, hija de Alfonso VI, de la villa de Boveda y sus anejos, en Val de Garona, concediéndoselo a la Orden.
El mismo Aguirre señala que en el año 1141 se nombra un superior sólo con el título de prior de las casas que la Orden del Hospital tiene en Castilla y León, señalando a D. Fortuno Laissa como la persona que ocupó el cargo mencionado.
Continuó con título de Prior el máximo dirigente de la Orden tras la muerte de Alfonso VII, quien dividió los reinos de Castilla y León entre sus hijos, nombrándose a partir de entonces dos Priores, uno por cada Reino. Debido a esta división, Aguirre explica por qué fue necesario crear un superior sobre todos, intitulándose Gran Comendador, quien tenía a sus lugartenientes de acuerdo a los distintos reinos.
Acercándonos aún más en el tiempo y al espacio que nos interesa, en la mitad del siglo XII, justo en 1150, se nos presenta un dato de interés, es la concesión que hace Alfonso VII a Rodrigo Rodríguez del Castillo de Consuegra con sus amplios términos situados entre el Riansares, Lillo, Bogas, Mora, Camino de Toledo a Córdoba, El Calderín y Criptana.
Treinta y tres años más tarde de la concesión del Castillo de Consuegra y su territorio a Rodrigo Rodríguez, el rey Alfonso Vil concedió este mismo territorio a la Orden de San Juan. Dicha Orden se ocupará en los años siguientes y especialmente tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), de potenciar la repoblación de estas posesiones suyas.
La concesión de este castillo con todos sus términos, derechos y solares destruidos y yermos, se completa con el testamento de este mismo monarca en 1204, por el que les concede una renta de dos mil maravedíes durante un decenio para la "fábrica" del castillo, como signo de su importancia frente a los almorávides.
Todas estas donaciones y cambios de titularidad responden al deseo de los monarcas de crear una serie de fortificaciones frente al peligro de los almorávides primero y almohades después, que brindaran a la vez una protección al desarrollo de la ganadería y algunas labores, que habrían de permitir la futura repoblación.
La victoria de Las Navas de Tolosa alejó definitivamente el peligro musulmán y dio paso a una recuperación de la población. Además, en 1215, Enrique I cede a la Orden de San Juan las fortalezas y torres de Peñarroya, Villacentenos y La Ruidera, siendo entonces prior de la Orden Frey Montesinos.
Se inicia así una labor lenta de repoblación. En 1213, año de gran hambre, se repuebla la zona de las lagunas de Ruidera, Alhambra y Montiel, aunque de un documento de Alfonso VIII de 1216, concediendo el donadio de Ossa a Suero Tellez, en el que marcaba unos límites por el oeste hasta las lagunas de Ruidera, se desprende que la zona era entonces un yermo.
De este modo, a comienzos del siglo XIII, la zona manchega estaba en gran parte en manos de señores y órdenes militares. Estas, a pesar de constituir en La Mancha sus grandes solares, no inician una política de repoblación eficaz hasta la primera mitad del siglo XIII.
A partir de estas fechas, el Hospital realizará una serie de concordias que delimitarán claramente las fronteras de su poder. Así, en 1229, se establece una concordia entre el Comendador Mayor del Hospital y prior Pedro Fernández y el Arzobispo de Toledo, Don Rodrigo, en la que se establece una separación de términos y derechos jurisdiccionales
Por el primero, la Orden dejaba al Arzobispo las villas de Lillo, Romeral y Dancos, aunque estaban en el término de Consuegra.
Por el segundo, la iglesia de San Pedro de Consuegra sería parroquia con un tercio del vecindario y correspondería al Arzobispo; las de Santa María y las que se poblasen en Consuegra y su término serían del Hospital, cobrando el Arzobispo solamente las tercias. Al mismo tiempo, se convino partir el término, quedando Dancos y Lillo para el Arzobispo con la condición de que no cobraran montazgos en esa parte fronteriza.

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