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Lo hacían los pastores el día
primero de mayo. Se toma al estilo de una caldereta, con fuente
en el medio y tenedor en ristre a la pesca de una buena tajada
de cordero.
La cosa es muy sencilla, tan
sencilla que se hace en pleno campo al resguardo de una buena
encina, mientras el ganado descansa de la larga jornada.
Se elige un buen cordero y tras
sacrificarlo, despellejarlo y dejarlo toda una noche al relente,
se trocea, se pone en una gran cazuela de barro sobre ascuas
ya apaciguadas, cubriéndolo con agua, laurel, pimienta, sal,
un par de cabezas de ajos y un buen chorro de vino blanco de
la prieta bota con apariencia de ubre recentona. Se pone a cocer
sin prisas. Se espuma y se le da un buen tiento de aceite de
oliva crudo, a ser posible con algún gradejo de acidez. Se prueba
a ver qué tal de sal, seguro que necesita. Se le echa una buena
guindilla que siempre hay que llevar en el zurrón, porque, ¿qué
es la vida sin una guindilla? Se deja cocer hasta que se consuma,
no hay prisas con una buena bota de vino blanco fresco, recién
llena en la bodega, sin bautizos, ni escaseces. En ese momento,
ahí, empieza el festín y al final, algún regüeldo que otro.
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Se echan las lentejas limpias
en una cacerola en agua fría y se cuecen. Cuando están blandas,
se les pone sal y en una sartén aparte se fríen en aceite unos
dientes de ajo y unos daditos de pan. Se aparta este sofrito
y el aceite que queda se echa en las lentejas.
Se machaca en el mortero el
pan y los ajos y se deshacen con un chorrito de vinagre. Todo
esto se echa en las lentejas que se dejan hervir un poquitín,
para que cojan el gusto. Las lentejas han de hacerse en el mínimo
de agua posible, por lo que tendrán que cocer a fuego muy lento
y uniforme, tapándolas para evitar la pérdida de vapor.
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Se hierven los garbanzos y las
abichuelas puestos en remojo. Cuando están a medio cocer, se
les añaden unas espinacas frescas y lavadas, junto con unas
patatas cortadas y lavadas, y previamente troceadas. Se fríe
una rebanada de pan en aceite, se retira el pan y en el mismo
aceite se fríe la cebolla picada, que ya tendremos preparada,
y dos tomates bien maduros, igualmente cortados en trozos, poniendo
al final un poco de pimentón. Se echa en una olla, añadiendo
a ésto un machacado de ajos, perejil y azafrán, el pan frito
que se apartó mojado en vinagre y un huevo duro. Se diluye en
el agua de cocer los garbanzos, se agregan éstos, las patatas
y las espinacas escurridas; se comprueba la sal y se agrega
caldo a los garbanzos si todo resultase demasiado espeso.
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Se llena de agua una olla de
regulares dimensiones y se pone al fuego. Se añade la carne
junto con un buen hueso de caña y otro de jamón, media gallina,
un buen trozo de tocino, chorizo y morcilla de año. Al mismo
tiempo se le ponen los garbanzos previamente puestos en remojo,
un par de patatas, un pimiento verde, media cebolla, un calabacín
y un tomate. El período de cocción puede venir dado en dos horas
y media de fuego suave. Si el chorizo y la morcilla son frescos
es preferible no echarlos desde el principio para no deshacerlos.
Aunque no sea muy común en el
cocido manchego, en algunas localidades de nuestra región a
este plato se le añaden las denominadas "pelotas".
Modo de hacer estas "pelotas"
de cocido: se pone carne picada en un plato hondo y se le agrega
una yema de huevo, apartando la clara. Se le pone sal, perejil
y un diente de ajo muy picadito, además de un poco de miga de
pan empapado en leche. Se revuelve bien todo junto y se forma
una bola, que puede ser redonda o alargada. Finalmente, se la
reboza en harina.
Cuando la cocción está casi
terminada (media hora antes) se agrega al caldo esta "pelota".
A continuación, se mondan las
patatas y se parten en trozos regulares, no muy grandes pues
no tomarían el sabor. Se cuecen aparte en un puchero con caldo
que se quita de la olla y que antes de echarlo se cuela. Momentos
antes de servir el cocido, se cuece la pasta de la sopa en otra
cacerola y en caldo colado.
Después de servir la sopa,
se lleva a la mesa el resto del cocido en una fuente grande.
Es conveniente que los garbanzos estén en el centro con el fin
de facilitar la labor de servirse cada uno de los comensales
sin revolver nada.
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